07 marzo, 2013

CENIZA, CAMINO DE PASCUA




El simbolismo de la ceniza en el contexto general del camino de la Pascua, se puede decir que es muy antiguo y muy popular. Es un gesto simbólico antiguo, pero no anticuado. Los cristianos que están iniciados en el camino de la fe lo comprenden con facilidad.
El simbolismo es claro: la ceniza, recordándonos que el hombre está hecho del polvo de la tierra y es caduco, nos hace humildes. Abrahán, al dialogar con Dios la salvación de Sodoma y Gomorra, reconoce que no tiene derecho a nada, porque es “polvo y ceniza”.
La humildad aumenta y se hace sentido penitencial cuando recordamos que además somos pecadores. No es extraño que desde el Antiguo Testamento la penitencia se expresara con la ceniza.
En el inicio de la Cuaresma ya desde hace muchos siglos la comunidad cristiana recibe en la frente el austero signo de la ceniza, una vez que la lectura de la Palabra nos ha invitado a la conversión. Como dice el Ceremonial de los Obispos, “este signo de penitencia significa la condición del hombre pecador, que confiesa públicamente su culpa delante de Dios, y así expresa su voluntad interior de conversión”.
El camino de la conversión pascual empieza con este signo de la ceniza y acaba en la Vigilia con el del fuego, el agua y la luz. Es una unidad dinámica la de la Cuaresma, que quiere coenvolver a cada cristiano en su seguimiento de Cristo y comunicarle la gracia pascual a través de la renuncia y la cruz, hasta la nueva existencia de resucitados.
El destino es la Pascua, la vida. Pero el camino pasa también por la renuncia y la humildad. El “hombre viejo” tiene que dejar paso al “hombre nuevo”. No está mal que el signo de la ceniza nos lo recuerde.
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