La vincha roja que el sol dibujara en la distancia,
se deshacía lentamente, mientras la luna blanca,
en un acto de piedad, pintaba el patio de plata.
Algo que fue un arau, el corral sin una cabra,
el patio medio borrau, un hacha por ahi tirada,
daban la imagen doliente de las cosas olvidadas.
Con el mate en una mano, colgando en la otra, la pava,
un hombre doblau en años, con un niño conversaba.
Extendiendo sus bracitos, como ramitas sin savia,
por encima de los montes, con voz limpia, como su alma,
preguntó el niño al anciano: -¿Qué hay al otro lao, tata?
-Ehhh...Hombres...Hombres como nosotros...
Ehhh...Son tus hermanos de raza.
-¿Y por qué no nos visitan?
-Eees gente muy ocupada.
-¿O no conocen el rancho?
-Ehhh...Será... Será que no saben nada.
Se habrán borrau los caminos.
En dispués, cuando seas grande,
van a traerte una carta, avisándote
que tienes que ir a servir a la patria.
-¿Y cómo es que se la sirve?
-Peleando si te la atacan o trabajando también.
-A usté, a usté ya lo llamaron...
-Claro, yo ya cumplí con ella.
-¿Y ella? ¿Ella cumplió con usté?
-¡Pucha!, está fría el agua.
-Y... ¿qué es la patria, tata?
La boca vieja del viejo quedó un segundo apretada.
-Y esto: el rancho, el arau, las cenizas de tu mama,
tu padre por ahi cosechando, el corral vacío, el hacha,
los que están al otro lao, nuestros hermanos de raza.
Y pa' un viejo como yo, vos, mi nieto...
vos, mi nieto, sos mi patria.
Los ojos se le nublaron... Y una lágrima pesada
buscó la boca del mate, como pa' entibiar el agua.
Abrazándose al anciano, creció el niño
en la palabra, cuando dijo:
-No llore... Por favor, no llore, tata.
También para mí, usté y este rancho son mi patria.
Y si algo quieren quitarme, y si alguno me la ataca,
por sus lágrimas le juro, antes que llegue la carta,
yo voy a morir peleando... Yo voy a morir peleando,
por defender a mi patria.
07 junio, 2015
Chaplin: reflexiones
Cuando me amé de verdad, por Charles Chaplin
Cuando me amé de verdad, comprendí que en cualquier circunstancia, yo estaba en el lugar correcto y en el momento preciso. Y entonces, pude relajarme. Hoy sé que eso tiene nombre… autoestima.
Cuando me amé de verdad, pude percibir que mi angustia y mi sufrimiento emocional, no son sino señales de que voy contra mis propias verdades. Hoy sé que eso es… autenticidad.
Cuando me amé de verdad, dejé de desear que mi vida fuera diferente, y comencé a ver que todo lo que acontece contribuye a mi crecimiento. Hoy sé que eso se llama… madurez.
Cuando me amé de verdad, comencé a comprender por qué es ofensivo tratar de forzar una situación o a una persona, solo para alcanzar aquello que deseo, aún sabiendo que no es el momento o que la persona (tal vez yo mismo) no está preparada. Hoy sé que el nombre de eso es… respeto.
Cuando me amé de verdad, comencé a librarme de todo lo que no fuese saludable: personas y situaciones, todo y cualquier cosa que me empujara hacia abajo. Al principio, mi razón llamó egoísmo a esa actitud. Hoy sé que se llama… amor hacia uno mismo.
Cuando me amé de verdad, dejé de preocuparme por no tener tiempo libre y desistí de hacer grandes planes, abandoné los mega-proyectos de futuro. Hoy hago lo que encuentro correcto, lo que me gusta, cuando quiero y a mi propio ritmo. Hoy sé, que eso es… simplicidad.
Cuando me amé de verdad, desistí de querer tener siempre la razón y, con eso, erré muchas menos veces. Así descubrí la… humildad.
Cuando me amé de verdad, desistí de quedar reviviendo el pasado y de preocuparme por el futuro. Ahora, me mantengo en el presente, que es donde la vida acontece. Hoy vivo un día a la vez. Y eso se llama… plenitud.
Cuando me amé de verdad, comprendí que mi mente puede atormentarme y decepcionarme. Pero cuando yo la coloco al servicio de mi corazón, es una valiosa aliada. Y esto es… saber vivir!
No debemos tener miedo de cuestionarnos… Hasta los planetas chocan y del caos nacen las estrellas.
Charles Chaplin.
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