El sentimiento de culpa , es una carga que suele acompañarnos , a lo largo de la vida por múltiples motivos, y es natural que así sea.
¿Quién , a pesar de obrar bien, no ha sentido, muchas veces, una sensación de pesar, por una decisión tomada, o un rumbo emprendido ?.
En la relación familiar, la culpa es un compañero ocasional, pero sin duda infaltable.
Sentimos culpa por el infortunio propio y ajeno, sentimos culpa por nuestro bienestar o por nuestro fracaso.
Y esa culpa, obviamente, es producto de la interacción familiar y social. Una celebración dichosa en nuestro seno familiar, se puede opacar, si miramos al costado, al vecino , al desprotegido.
Tratamos de no pensar, pero puede asaltarnos la duda : que hago para que los demás y yo mismo alcancemos el bienestar , la paz, la felicidad?.
¿Mi actitud, habrá sido la correcta?
¿Habré agotado los medios para evitar que un conflicto haga eclosión ?
¿Cumplí mi rol familiar acabadamente ?
¿La separación perjudicará a los niños ?
Siempre, detrás de cada decisión puede aparecer el sentimiento de culpa y este fenómeno, entrando en las relaciones familiares específicamente, puede ser utilizado, o manipulado para cercenar nuestra libre decisión, o nuestra natural e imprescindible capacidad de vivir saludablemente y de hacer frente a la diversidad de problemas que nos aquejan.
Cuando una pareja atraviesa una crisis, es cuando debe existir ese estado de alerta ,ante la "culpa como medio extorsivo".
Muchas veces se retarda o anula una decisión altamente saludable, por el temor a provocar un daño a seres a quienes se quiere entrañablemente.
La distorsión, o el cambio del mapa familiar acarrea una crisis, que se suma a la existente en la pareja, y si uno de los involucrados en ella, (generalmente la mujer) no se prepara o requiere el apoyo suficiente , aquel sentimiento que mencionamos al principio produce agobio y resignación.
Es necesario una persona enhiesta, firme en su convicción y decidida a sostener los valores fundamentales del hombre, desde una perspectiva saludable, haya o no habido reestructuración del mapa familiar, redefiniendo los roles asignados o tomados, o una sana discusión que adecue los términos del primer acuerdo, aquel que "define la relación".
De allí que debemos estar alertas, ante la "extorsión de la culpa", en todas las decisiones de nuestra vida.
Ser sensibles, prestos al diálogo, accesibles a los acuerdos , tan necesarios para la sana continuidad de una relación, tanto familiar como social, pero desde una perspectiva de libertad y firme defensa de nuestras convicciones, y no desde el sometimiento y la resignación.
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Rodolfo
06-07
20 junio, 2007
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