Ut sementem fecerem, ita metes.
Como siembres así recogerás.(Marco Tulio Cicerón)
En una reunión, de las que habitualmente celebrabamos con liberados condicionales, planteamos el interrogante de porque habían comenzado a delinquir.
Que causas los habían llevado al camino del delito.
En la reunión había tres jóvenes que estaban cumpliendo condenas por distintos delitos, y con asombro descubrimos que los tres dieron idéntica respuesta.
Los tres habían sido "menores sospechados", todos habían sentido profundamente la duda y la desconfianza en el hogar como una carga difícil de soportar.
A su turno cada uno comentó la impotencia y la bronca de sentirse sospechados, de sentir que en su hogar no eran creíbles, que eran depositarios de las dudas y las culpas.
Siempre existía el reproche, muchas veces injustificado, ¿ porqué ?
¿porque yo, porque no otro?
La sociedad, muchas veces también actúa así. Rotulamos, sospechamos, discriminamos, y no medimos las consecuencias.
Y las consecuencias son imprevisibles.
Algunos se angustian, otros se sienten humillados, otros lo superan con indiferencia, pero algunos reaccionan confirmando la sospecha, con una actitud contestataria y suicida.
Este es el caso que nos ocupa: menores que fueron sospechados y que hartos y humillados por esta continua desvalorización, cuando pueden, reaccionan contra el medio.
Ahora la desconfianza está justificada, alegan.
Se confirma el rótulo.
Esto no significa, que fatalmente, el sospechado termine delinquiendo, pero nos alerta de lo importante que son nuestras actitudes y respuestas ante los menores.
Esa arcilla que modelamos va a reflejar nuestras formas de vincularnos, el afecto, la dedicación, el tiempo que dedicamos y el trato y consideración que brindamos.
Aprendamos de las experiencias que cosechamos.
Un niño merece todo nuestro respeto y cuidado, y si no obramos de esta forma realmente hipotecamos su futuro y el nuestro.
Rodolfo.