Una sociedad moderna, donde el hombre sea el centro del sistema, y su dignidad una constante, debe instalar este concepto en todas sus instituciones, utilizando la educación y la formación humanista como herramienta base del desarrollo.Es sabido, el estado actual de nuestra educación, y de nuestra cultura.Por múltiples razones, que han sido debatidas hasta el hartazgo, existe una cultura y una subcultura en constante colisión.El deterioro económico, la marginación, el difícil acceso a niveles de excelencia en la educación, y a la formación de entes generadores de cambios conceptuales acordes con lo que una sociedad sana debe priorizar.En este contexto, navegan realidades que no podemos obviar, o desconocer.Nuestra sociedad ha generalizado un concepto dramático en relación al delito, el delincuente y su posibilidad de rehabilitación y reinserción social.Ese hartazgo por necesidades insatisfechas, por altas dosis de impunidad, por nuevas y crecientes modalidades del delito, la difícil y a veces imposible función de evitar y prevenir dichas conductas, hacen que se instalen conceptos, como decíamos dramáticos tales como: "que el delincuente se pudra en la cárcel", "mano dura", "no hay justicia", los delincuentes entran por una puerta y salen por otra", etc.Lo grave de estas afirmaciones internalizadas, es que provienen de diversos sectores sociales, no de uno en especial. Así muchas veces lo afirman políticos, funcionarios, y el pueblo mismo, lo que demuestra la gravedad del problema cultural, y el encono, fruto de la desesperanza que lleva a olvidar principios sagrados que deberíamos observar estrictamente, y que hacen referencia a la libertad, los derechos humanos y la dignidad humana.Esos derechos humanos, y esa dignidad que pregonamos y requerimos, con sobradas razones, para nosotros, para nuestros hijos, en definitiva para toda la sociedad, se encuentran ausentes en nuestro sistema de prevención, contención y represión del delito.Basta acercarse a un calabozo de una seccional policial, para advertir tamañas violaciones a esos principios.De igual manera en los lugares de detención, cárceles, cárceles modelo, cárceles abiertas, etc.El delito no se controla con represión dura, con garrotes , o con muerte.El delito es un emergente de una sociedad que se encuentra alterada.El hombre no es malo por naturaleza, ni esta biológicamente programado para agredir, robar o matar.En su esencia natural, prioriza su subsistencia, y por medio de su inteligencia, busca las formas e instituciones que le permitan convivir armónicamente, sin diferencias degradantes con los demás.Obviamente la realidad nos muestra ese otro contexto de que hablábamos, una sociedad que margina, una sociedad con alarmante diferencias sociales , de educación , y de acceso al conocimiento.Mientras un sector se permite el lujo de investigar desde el origen mismo de nuestro ser, hasta el origen y destino del universo todo, otro sector, encuentra como único lujo el subsistir, el recibir una ración diario de alimento.Y allí germina el delito, y fundamentalmente en nuestras comunidades del subdesarrollo, el delito llamado "social", aquel que delinque para subsistir, o porque no fue preparado para priorizar principios , que generalmente vulnera, para pasar a formar o a conformar la subcultura delincuente.
Rodolfo Natiello